Mi hijo tiene miedo
Los miedos forman parte habitual del desarrollo evolutivo de nuestros hijos. Se cree que suponen un rasgo adaptativo de la especie ya que se dan en todas las culturas humanas y, por tanto, nos protegerían de ciertos peligros para la supervivencia.
Que un niño tenga miedo a quedarse sólo o a determinados animales puede ejercer un efecto de prevención para posibles situaciones de riesgo. No obstante, en algunos niños, estos miedos pueden ser muy intensos, irracionales, no habituales a su edad y cursar con una alteración significativa en la vida cotidiana (el niño que le cuesta dormir por la noche, el niño que evita ciertas situaciones, sitios o personas, etc.). En esta página expondremos algunas orientaciones al respecto.
1- Miedos habituales según edad.
2- Causas que pueden originar miedos en los niños.
3- Consejos generales para ayudar al niño/a con miedos.
1- Miedos habituales según edad.
Los primeros miedos.
Los miedos están ya presentes de una u otra forma a partir de los 6 meses de edad. Los primeros miedos se manifiestan hacia los extraños y también a las alturas. Se trata de miedos genéticamente programados en el niño y con un alto valor adaptativo.
Entre el año y los dos años y medio cobra especial importancia lo que denominamos Ansiedad de Separación. Se trata de un miedo por el cual el niño reacciona visiblemente ante el alejamiento de las figuras de referencia principales (normalmente los padres). Cuando dejamos un niño en la guardería por primera vez o con alguna persona no conocida es muy probable que reaccione llorando con cierta intensidad. En estos casos aconsejamos no forzar nunca este tipo de situaciones y, en todo caso, ir dando tiempo al niño a que se familiarice con la nueva situación (por ejemplo, lo podemos introducir en una guardería durante unos pocos minutos para ir aumentando progresivamente los tiempos de permanencia en ella).
En esta etapa pueden también aparecer miedos al ruido de las tormentas o a pequeños animales.
A partir de los 2,5 hasta los 6 años.
Paralelamente a los cambios producidos en su desarrollo cognitivo, los niños a estas edades empiezan a incluir en su inventario de miedos personajes de ficción o que han visto en alguna serie o película. Aparecen los miedos a los fantasmas, monstruos, a la oscuridad, etc. Aparecen también con mayor fuerza que en la etapa anterior los miedos a ciertos animales y pueden perdurar los miedos de la etapa anterior (ansiedad de separación).
En algunos niños, especialmente los que han sufrido pérdidas familiares, puede despertarse el miedo a la muerte (dejar de respirar).
De los 6 a los 12 años.
Es una etapa de cambios importantes en la percepción de los miedos. El niño ya es capaz de ir diferenciado los miedos más “irreales” de los que son “reales”, no obstante, eso no le garantiza que siga padeciendo ciertos temores irracionales.
Ahora suelen empezar a surgir miedos hacia otros elementos más sociales como su propia aceptación en el grupo, temor al fracaso, a que los otros se rían de nosotros, a que un compañero me hago daño o insulte, temor a la escuela u otros. También hacia miedos que pueden generarse desde el entorno familiar (miedo a las consecuencias de un problema económico familiar, a una posible separación de los padres, etc.)
Adolescencia.
Se han dejado atrás o vencido los miedos más infantiles para dejar paso a los miedos muy centrados en el contexto de sus relaciones sociales o con sus iguales. Uno de los mayores miedos en los adolescentes es la opinión que tienen sus compañeros sobre ellos mismos y su nivel de aceptación en el grupo.
También es habituales el miedo al futuro (a hacerse mayor) o al fracaso personal o académico. Algunos preferirán implicarse poco ante las diferentes actividades académicas o personales antes que hacerlo y fracasar lo que supondría un deterioro de su autoestima.
Los miedos forman parte del ciclo evolutivo "normal" de los niños, vienen determinados genéticamente y tienen un carácter preventivo para asegurar su supervivencia. No obstante, algunos de ellos pueden ser persistentes en el tiempo, desajustados a su edad cronológica o de alta intensidad, lo que provoca un gran sufrimiento en el niño y su familia que ve significativamente alterado su día a día. En este caso aconsejamos las orientaciones de un especialista en psicología infantil.
2- Causas que pueden originar miedos en los niños:
Hemos dicho que algunos miedos vienen determinados genéticamente, sin embargo hay otros factores del entorno del niño que pueden propiciar o aumentar la aparición de miedos, veamos algunos de ellos:
Los patrones familiares son fundamentales. Diversos estudios avalan la hipótesis que padres inseguros, temerosos o con problemas de ansiedad, pueden ejercer mediante el modelado (el ejemplo) un influjo negativo al poner de manifiesto sus propios miedos en el día a día. Los niños siempre aprenden más por lo que ven de sus figuras de referencia que por lo que podamos explicarles verbalmente.
Hay un tipo de miedos que pueden generarse a partir de lo que denominamos un aprendizaje directo. Por ejemplo, el niño que sufre asma puede generar un miedo a no poder respirar. El que le ha mordido un perro, seguramente desarrollará una fobia hacia los perros, etc. El niño que ha sufrido malos tratos por parte de compañeros puede desarrollar cierto rechazo a la escuela.
Algunos miedos pueden tener su origen en lo que denominamos condicionamiento. Por ejemplo un niño que ha sufrido un accidente de tráfico no tan sólo podría desarrollar un miedo hacia los coches en general, sino de forma más sutil un miedo a otros estímulos que estaban presentes en esa situación aunque conscientemente no tengamos el recuerdo. Por ejemplo, a determinados olores, objetos o sitios.
Hay también miedos que se generan por la visualización de películas de miedo, contenidos de internet u otros que pueden crear cierto impacto si llegan a niños cuya edad cronológica no corresponde a la de los temas visualizados. Esto puede ser especialmente dañino en niños pequeños que lo han visto solos, es decir, sin un adulto que tratara de explicarles que se trata de un contenido ficticio o exagerado.
Finalmente señalamos también los miedos inducidos por mensajes verbales directos en una mala praxis educativa (amenazas exageradas de que si no come o no estudia lo vamos a llevar a… de que es malo, que no va a tener amigos, que nadie ya le quiere, etc.).
3- Consejos generales para superar miedos:
- Debemos ajustar nuestras actuaciones de ayuda al niño considerando su edad. Niños más pequeños necesitaran menos explicaciones verbales (razonamientos) y más medidas visibles (por ejemplo, pequeñas luces para iluminar la habitación en los niños con miedo por la noche, tener una mascota cerca o una video cámara para saber que sus padres lo vigilan, etc.)
- No creemos conveniente forzar al niño a afrontar abiertamente sus miedos bajo castigo o presión. Según el tipo de miedo y la edad del niño deberemos ir buscando que vaya venciendo antes pequeñas situaciones de acercamiento al miedo. Por ejemplo, un niño que duerme todavía en la cama de sus padres, podemos establecer un plan en el que progresivamente pase a una cuna al lado de la cama de los padres para irla distanciando progresivamente y, finalmente, pasarla a otra habitación.
- Premiar los pequeños avances y en caso de no progresar es mejor el aplazamiento de conseguir un premio a castigar.
- Evitar los excesivos argumentos respecto a la irracionalidad de sus miedos.
- Debemos hacerle saber al niño que comprendemos sus miedos y que vamos ayudarle a superarlos. De todas formas, no darle una excesiva atención ya que podemos reforzar esta conducta y el niño la puede utilizar en el caso de que tengamos además algún problema de vinculación o celos hacia algún hermano.
- Cuando el miedo es dirigido hacia un monstruo o personaje de ficción durante el sueño, podemos decirle al niño que lo dibuje en un papel y después podemos reírnos del personaje pintado añadiéndole elementos cómicos para finalmente romper simbólicamente el dibujo.
- Evitar siempre ridiculizar al niño por sus miedos, en especial, delante de sus compañeros. No reírse de él, no castigar ni sermonear. La atención debe estar dirigida a las posibles soluciones no a las consecuencias punitivas.
- Mantener la tranquilidad en todo momento. Si nuestro hijo nos ve tensos o enfadados respecto a sus conductas de miedo aumentaremos su inseguridad.
- Evitar el visionado de películas, juegos o actividades que comporten violencia, miedo o terror. Procurar que las personas de su entorno no lancen mensajes amenazadores (si no comes llamaré a....; si no te portas bien se lo diré a.....). No se trata de aislar o sobreproteger al niño. Hasta cierto punto el niño debe ir integrando las diferentes emociones y el miedo forma parte natural de nuestra vida desde el inicio. No obstante, siempre será de gran ayuda que estas emociones estén reguladas por el consejo y el acompañamiento de los padres.
- Finalmente, si pese a nuestra ayuda observamos que los miedos de nuestro hijo no se corrigen, son persistentes y afectan significativamente la vida cotidiana familiar, aconsejamos la visita a un especialista que determine en el caso concreto del niño y sus circunstancias familiares las medidas a tomar para ayudarle.
La información ofrecida en esta web tiene carácter general y en ningún caso puede sustituir las orientaciones que su médico o profesional de la salud le haya dado.