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¿Tiene mi hijo TDAH?

1- ¿Qué es el TDAH?

El TDAH es el denominado Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad. Este trastorno se caracteriza por la presencia de síntomas asociados a tres factores nucleares: La Hiperactividad, el Déficit de Atención y la Impulsividad. Estos factores estarán presentes en uno u otro grado en cada niño e irán variando según la edad.

Todos conocemos a niños especialmente activos, que se mueven constantemente y parecen tener problemas para autocontrolarse. Además suelen ser distraídos, despistados, pierden fácilmente las cosas y olvidan instrucciones, deberes, trabajos, etc. También, suelen ser bastante precipitados en sus actos. Primero hacen y luego piensan. Esto les conlleva problemas de relación con sus compañeros y maestros ya que son vistos como niños impulsivos y que pierden fácilmente los nervios, especialmente si pierden en algún juego o ante cualquier situación que les cree frustración.

Cuando estos síntomas aparecen en un momento dado del desarrollo del niño debemos primero averiguar si se ha producido algún cambio significativo en su entorno. Los niños ante diversos problemas en casa y/o escuela (de aprendizaje, económicos, familiares, de trabajo, separaciones, etc.) suelen desarrollar o incrementar las conductas hiperactivas y de desatención e impulsividad. En este caso, es posible que el niño esté reaccionando así debido a un malestar interno temporal y, por tanto, no podemos hablar, en este caso, de un TDAH sino de un problema puntual originado por estas circunstancias. Por tanto, El TDAH como trastorno, tiene que haber estado presente desde muy pequeño y tiene un carácter crónico aunque podemos mediante la intervención adecuada mejorar muchos de los síntomas. Tampoco se debería a malos hábitos educativos de los padres. Es decir, si es un niño muy inquieto y distraído porque nadie le ha enseñado a estarse quieto y a prestar atención, estaríamos delante de un problema originado por una mala educación, no por la presencia de un TDAH. De todas formas, en la práctica, pueden darse casos en los que exista un TDAH de base que puede empeorar los síntomas debido a un mal funcionamiento educativo de los padres.

2- ¿Cómo puedo saber si mi hijo lo es?

  • Primero, pues, debemos preguntarnos si nuestro hijo siempre ha sido especialmente inquieto, nervioso, distraído, etc. Estos síntomas aunque cambiando la forma de expresarlos a medida que iba creciendo, siempre han estado presentes. En el caso que estos síntomas hayan aparecido de repente a en algún momento concreto probablemente lo que tenemos es un cambio reactivo a alguna circunstancia de su entorno pero no un TDAH.
  • También debemos tener claro que, en todo caso, el comportamiento de nuestro hijo, si es un TDAH, no habrá mejorado significativamente a pesar de haber recibido una educación satisfactoria y haberlo intentado como padres.
  • Los niños TDAH, en principio, no son niños especialmente malintencionados sino que son víctimas de su propio funcionamiento desadaptado. Ellos actúan de forma coherente a como sienten y ello les acarrea numerosos problemas. No es que no quieran "portarse bien" sino que sencillamente no pueden. Los padres tienen la sensación de que es algo superior al niño.
  • Son inteligentes pero presentarán problemas en algunos aprendizajes especialmente con la escritura y la lectura/comprensión. Algunos de ellos presentan además Lateralidad Cruzada.
  • La relación con sus compañeros será problemática debido principalmente a su impulsividad y "mal perder". Se activan rápido y pueden tener respuestas desmesuradas. En casa suelen luego arrepentirse de su conducta pero no pueden evitar volver a caer en lo mismo al poco tiempo. Suelen decir "no sé porque me pasa".
  • Si cree que su hijo comparte la mayoría de características que hemos descrito en este apartado, sería susceptible de ser evaluado por un profesional para establecer, si procede, el correspondiente diagnóstico e intervenir en los diferentes ámbitos (familiar, educativo, social, etc.).

3- Características del tdah según edad:

Durante embarazo: Muchos movimientos fetales (hipercinesia congénita).
Recién nacido: Respuesta exagerada a los estímulos ambientales, tendencia a la hipertonía, temblores en las extremidades.
Lactante: Inquieto, pueden producirse caídas cuando lo estamos cambiando o lo tenemos en una cama sin protecciones.
Primer año: Parece avanzado en ciertas habilidades motrices como salirse de la cuna o del parque.
Infancia (hasta los 5-6 años): Sigue inquieto e irritable. Llora mucho y con gran energía. Puede dormir poco. Inicio precoz de la marcha y tendencia a trepar.
A partir de los 7 años: Se reduce la hiperactividad más motriz que deja paso a una serie de conductas más sutiles como manejar constantemente diferentes objetos con las manos, mover los pies cuando está sentado, no encontrar su sitio en el sofá cambiando de posición constantemente, etc. Estar haciendo varias cosas simultáneamente.
Preadolescencia: Progresivamente pueden reducirse las manifestaciones de hiperactividad más motriz y aumentar el déficit de atención con dificultad para estructurar sus actividades y espacio físico.
Adolescencia: A esta edad la hiperactividad se ha acentuado bastante. Puede producirse un aumento de la impulsividad debido a los efectos de las hormonas.

4- Problemas habituales en la escuela.

  • Problemas de atención y para mantenerse sentado en su sitio (los más pequeños).
  • Pobre control de los impulsos. Primero hace luego piensa.
  • Suele molestar a los compañeros y siempre está en medio de cualquier altercado.
  • Escasas habilidades de organización. No apunta los deberes o lo hace mal. No entrega trabajos a tiempo.
  • Baja autoestima que puede ser reforzada al estar permanentemente castigado y/o etiquetado.
  • Relaciones con los iguales complicadas. Suele ser rechazado por sus conductas impulsivas. Le cuesta respetar las normas.
  • Puede alterar el ritmo de la clase interrumpiendo, haciendo bromas o payasadas.

5- Hablemos de los tratamientos.

Con el TDAH tendríamos que hablar de un conjunto de tratamientos más que de un tratamiento único. Se trata de un abordaje multifactorial que dé respuestas concretas y en diferentes ámbitos a las necesidades de estos niños y sus familias.
En primer lugar, la figura del psicólogo infantil, tras la evaluación del caso, puede aportar a los padres orientaciones muy concretas desde el conocimiento del niño y el trastorno, para que puedan ir normalizándose algunas de las conductas problemáticas pero también la autoestima y la percepción por parte del niño de que él también puede cambiar de forma activa su propia forma de actuar (control interno).

En general los objetivos terapéuticos y educativos se centrarían en:

-Mejorar sus habilidades para el aprendizaje: Entrenamiento en atención sostenida, refuerzos con material visual, enseñarle a organizar la información de otra manera (esquemas, resúmenes con material visual, etc.).

-Entrenamiento en Autoinstrucciones para aprender a detenerse a tiempo.

-Entrenamiento en identificar los estados de activación previos a la conducta impulsiva para introducir estrategias alternativas y redireccionar la energía.

-Identificar y comprender las consecuencias de su conducta sobre los demás (ponerse en el lugar del otro), entrenándolo para resolver problemas personales.

-Hay que intervenir también sobre la autoestima, incrementando sus competencias y responsabilidades.

-En casa es necesario el establecimiento de horarios en las rutinas habituales (comidas, sueño, estudio, etc.), estableciendo de forma muy clara las consecuencias del incumplimiento. No debemos, cuando le estamos riñendo o solicitándole que cumpla con sus compromisos, utilizar un tono de voz amenazante o de tono alto ya que producirá en él mayor activación. Podemos perfectamente ser muy contundentes en marcar unas consecuencias por su conducta (p.e. Hoy no hay ordenador dado que no has estudiado…) pero debemos hacerlo con un tono neutro. El motivo es que debemos ser coherentes con lo que le pedimos y no podemos pedirle a gritos que cumpla con sus obligaciones o que esté tranquilo y hacerlo a gritos.

-En el colegio es necesario informar del diagnóstico y aplicar los protocolos existentes en cada Comunidad Autónoma al respecto.

6- ¿Hay que medicar?

Hay mucha controversia respecto a la medicación y su uso en niños por lo que su prescripción por parte de un profesional médico se hace en función de la gravedad de los síntomas, historia y datos clínicos del niño y la autorización de los padres. En general, los fármacos que se introducen en el TDAH, mejoran la capacidad de atención y concentración, reduciendo el exceso de movimientos y conductas impulsivas. Aun así, la medicación debe ser siempre complementada con la intervención psicopedagógica señalada y desde un enfoque multidisciplinar.

Los dos fármacos más utilizados son el metilfenidato y la atomoxetina. El primero es un medicamento psicoestimulante y tiene un rápido inicio de acción (a los 30-60 minutos de su ingesta). Por su parte la atomoxetina es un medicamento no estimulante y tarda un poco en hacer efecto de forma sostenida (entre 2-4 semanas). Respecto a los efectos secundarios, el metilfenidato puede producir inapetencia, trastornos del sueño y, en algunos casos, retardo del crecimiento. La atomoxetina no tiene estos efectos descritos pero sí se han descrito la posibilidad de molestias gástricas. En todo caso, es el profesional médico quien debe determinar la idoneidad o no del fármaco en cada caso concreto.

7- Terapias alternativas para el TDAH.

Actualmente están recobrando cierta relevancia la nutrición, la dieta, como elemento determinante en la salud mental de las personas. En principio hay un amplio consenso en el hecho de que: La nutrición no crea ni evita por sí sola un déficit de atención, pero este trastorno puede mejorar o empeorar, en función de su alimentación; es decir, una dieta inadecuada puede intensificar los síntomas.

Hoy en día sabemos que están aumentando los casos de obesidad infantil en nuestro país paralelamente a que se incrementan también los posibles casos de TDAH. La dieta actual, excesiva en grasas saturadas, azúcar y sal afecta evidentemente a nuestra salud física pero, aunque no tengamos estudios concluyentes al respecto, ¿podría afectar también a la salud mental o al rendimiento cognitivo? Mientras no lo sepamos a ciencia cierta sí que deberíamos tomar medidas al respecto y procurar una dieta más sana.

La alimentación, pues, puede ser parte también relevante del tratamiento del TDAH. Esto puede concretarse en tres puntos según algunos autores:

A) Limpiar el organismo.
Se trata de eliminar aquellos elementos tóxicos que nuestro cuerpo puede haber acumulado. Los metales pesados (plomo, aluminio, mercurio, etc.). Ello puede hacerse mediante suplementos con propiedades quelantes y atrapan las toxinas (vitamina C, ácido alfa lipóico, selenio, zinc, calcio, etc.). También disponemos de alimentos que de forma natural combaten a los metales pesados: Algas, manzanas, cítricos, zanahorias, entre otros.

B) Control de posibles alergias.
Hay que analizar las posibles alergias y/o intolerancias a determinados alimentos o componentes de ellos (aditivos u otros). Normalmente hay que evitar o reducir las sustancias que producen estas reacciones.

C) Suplementar posibles déficits de nutrientes.
En este caso se trata de compensar posibles déficits en micronutrientes, vitaminas, minerales u otros que deben ser detectados mediante las correspondientes analíticas.

Finalmente comentar la importancia también de fomentar, en general y más allá de la alimentación, lo que son los estilos de vida saludable. Ello pasa por tener unos horarios de descanso y sueño apropiados, también la planificación de actividades deportivas que pueden ayudarnos mucho en este tipo de niños y una buena convivencia familiar.

La información ofrecida en esta web tiene carácter general y en ningún caso puede sustituir las orientaciones que su médico o profesional de la salud le haya dado.

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